‘JA SÉ L’AMOR’, el nuevo single de la banda Salvatge Cor.
Foto de Marta Mas
CRUÏLLA, el tercer álbum de Salvatge Cor, es el arte de decir más con menos. Siendo un ejercicio de minimalismo estético, en su contenido encierra una extraordinaria multiplicidad cruzada de voces, referencias estilísticas y, sobre todo, formas de entender la propia identidad. Un sutil pero rico cruce de caminos musical y conceptual que parte de la cálida voz y la lírica de Llorenç Romera Pericàs, envueltas en la magistral producción de Cristian Eichborn Valls y acompañadas por numerosas colaboraciones, samples y homenajes a artistas que conforman su bagaje artístico.
Podemos señalar coordenadas como el pop metafísico y la nova cançó, de raíces mediterráneas, el r&b, el synth-soul o el pop urbano; referentes como Antònia Font y Ferran Palau, pero también Frank Ocean, Drake o Bon Iver. Podemos esclarecer también que CRUÏLLA es el cruce de caminos de una identidad líquida que Romera Pericàs reconoce en su reflejo en el espejo. Pero lo verdaderamente asombroso de este álbum no son tanto los mases como los menos: la brillante capacidad de síntesis y clarividencia con la que presenta tamaño universo.
Esos dos conceptos clave que vertebran el discurso del disco, el cruce de caminos y el espejo donde analizar y entender nuestra propia identidad cambiante, ya fueron anticipados por sus dos primeros singles de adelanto: ‘com estimar un mirall’, un tema profundo y delicado que podrían haber escrito mano a mano Bon Iver, Romera Pericàs y Sufjan Stevens a orillas del mar turquesa de Mallorca; y ‘CRUÏLLA’, su continuación natural, donde el acento folk muta plácidamente al neo-soul sin perder pie en el Mediterráneo, rindiéndole homenaje a Antònia Font con el verso “damunt la mar arrissada” de ‘Alegria’.
Pero no es esta la única referencia a la mítica banda de Joan Miquel Oliver. El mismo verso aparece en la nostálgica, onírica y cinemática ‘engrunes’: una suerte de interludio precoz donde también se samplea ‘Nova cançó de s’amor perdut’ de Joan Ramon Bonet y el discurso de Gata Cattana recitado en su tema ‘Demasiado para un poeta’. Y, sobre todo, en ‘de mi:’: ese poderoso y mágico híbrido estilístico que contiene un fascinante y auténtico collage de fragmentos de Antònia Font. Una canción tan inclasificable como magnética, que también esconde a voz pitcheada de Júlia Colom.
En realidad, los samples, los versos prestados y musicalizados, así como los featurings, son una constante en todo el álbum. Hay duetos con Guineu en ‘Magaluf Summertime’, que es la crónica de una ruptura sentimental fluida y sin dramas en clave synthpop ochentera; con MTINES en ‘la pell de la pell’, un corte fresco y soleado que huele a góspel; con Maria Hein en ‘o’, un tema prácticamente desnudo, sobre un poema de Biel Mesquida, donde las voces se van fundiendo poco a poco en el autotune; y con Clara Fiol en ‘barana’, que también contiene versos del poema L’hort foscant de l’atzar. III recitado por su autora, Maria Mercé Marçal, y fragmentos en directo de ‘Cançó de fer camí’ de Marina Rosell.
Pese a dar cabida a tantas referencias, homenajes y colaboraciones, lo interesante de CRUÏLLA, además de su minimalismo, es que resulta rabiosamente personal. Desde la inaugural ‘d’atzar’ a la final ‘orfeu.xyz’, ambas sostenidas prácticamente solo por la voz de Romera Pericàs, el álbum es una puerta abierta al interior complejo y rico de su autor. Crudas, desnudas y despojadas de todo prejuicio, sus canciones funcionan más que nunca como un museo de espejos que muestran lo que somos todxs en realidad: seres mutantes y ambivalentes. Es lo que tiene reconocer que tu reflejo es y será siempre un cruce de caminos.
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